26 de junio de 2008

"Con El Tiempo Entenderás"

Tiempo es lo único que se necesita para entender... y el tiempo lo único que hace es que se olvide la importancia de entender, por que al final uno nunca entiende...

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de
fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible.
Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me
receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
No es mucho, mi es poco, es bastante. En una
semana se pueden reunir todas las palabras de amor
que se han pronunciado sobre la tierra y se les
puede prender fuego. Te voy a calentar con esa
hoguera del amor quemado. Y también el silencio.
Porque las mejores palabras del amor están están entre dos
gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y
subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que
te quiero cuando digo: "qué calor hace", "dame
agua", "¿sabes manejar?,"se hizo de noche"... Entre
las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he
dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te
quiero".)

Una semana más para reunir todo el amor del
tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú
quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No
sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para
entender las cosas. Porque esto es muy parecido a
estar saliendo de un manicomio para entrar a un
panteón.

J. Sabines

20 de junio de 2008

De Saber Que Vendrías Te Tendría Un Pastel

Mi cumpleaños en la adultez ha sido con toda honestidad pocas veces un feliz cumpleaños. Debe ser mi tendencia vitalicia a la miseria, o la sucesión de una serie de eventos desafortunados año tras año.

Cuando nací, se jugaba el mundial de fútbol y mi papá me llamó "mi tesoro del mundial" haciendo alusión a las monedas conmemorativas que se vendían en México por el evento. Infancia es destino o lo que ustedes quieran, pero cada 4 años mi cumpleaños es desplazado por algún partido importante de octavos de final. Así, tuve mis fiestas de cumpleaños adornadas con "Pique" de México 86 en la piñata (y un retraso de 2 horas para recibir a mis invitados, pues estaba jugando Alemania). A partir de ahí, cada mundial futbolero debo revisar primero el calendario de FIFA para no errar y hacer una fiesta fallida o una en la que de plano me supliquen que ponga el partido.

El clima ha sido otro de los factores que ha influido en el cumpleaños: "sí ibamos a ir, pero, ¿si viste como llovió?

Para mis desgracias en la familia hay muchas personas que cumplen años el mismo mes y un primo que cumple años el mismo día, resultado: la mitad de la familia que simpatiza más conmigo acudía a mi fiesta, la otra mitad a la de él, después la mitad pro-primo llegaba a la mía a hacer acto de prescencia por que ya era tarde.

Cuando me fuí del castillo de la reyna los cumpleaños cambiaron: períodos de examenes, amigos ocupados, trabajo en la oficina, casi siempre soledad.

En una ocasión (por diversas circunstancias ajenas a las personas que me aman y que amo) pasé mi cumpleaños absolutamente sola. Aparentemente es una fecha sin importancia (ajá, echa atrás todos los años en que desde el amanecer a la noche eras la reina por un día solo por esa fecha sin importancia), pero nunca me he sentido tan triste (a pesar de que jugó México y ganó...) como aquel cumpleaños donde el amor y el calor de los que me quieren no llegaba a través de la línea telefónica (por mucho que intentábamos) ni por las tarjetas de internet.

A partir de entonces he intentado siempre de desvalorizar mi cumpleaños. Tampoco he podido. Lo cierto es que a mi alrrededor (a veces el alrrededor mide miles de kilómetros) hay gente que me quiere y que recuerda mi cumpleaños y recibo llamadas desde temprano de casa de la reyna, mañanitas cantadas por dos vocesitas infantiles que me anudan la garganta, mensajitos de texto de quiénes están más lejos (en tiempo y en distancia), invitaciones divertidas de quiénes han estado cerca y desean que tenga un buen día, besos, abrazos y regalos sorprendentes de él, visitas que transforman la ciudad en un sitio mucho más agradable, pastel de cumpleaños; y al final del día realmente pienso que tuve un muy feliz cumpleaños. Gracias!


18 de junio de 2008

Las Palabras Y Las Cosas

...Forgive me pretty Baby but I always take the long way home...

¿ Y si ahora te digo que estoy aterrada de volver?
¿ Y si te digo que desde hace tiempo me dí cuenta que empecé a volver el mismo agosto que tomé un autobús y salí de ahí para siempre?
¿Y si te digo que la certeza de tener certezas es la incertidumbre más fuerte e insoportable que he sentido a ciencia cierta?

Pero es que nunca antes fue tan real como ahora que los dos lo hemos dicho. Nunca pronunciar algo fue para mí tan peligroso. Casi se siente tan real como tener las maletas listas y los boletos comprados.

Volver, la sola palabra pavimentó la autopista que no existía, la que nos va a llevar (de vuelta) a casa.

Doña Luz

Llegó a casa como por accidente. Coincidió que mi papá tenía que dar un banquete. Coincidió que ella había perdido el trabajo en "Los Flamingos". Coincidió también que después del banquete la necesitamos en casa.

La sirvienta... era el nombre que le dábamos a quien se ocupaba de ese trabajo; y la sirvienta fue el nombre que le dimos a ella.

Sin embargo Doña Luz fue entrando lentamente en nuestras vidas, lento como caminaba, lenta y sigilosamente como entraba a nuestra casa cada mañana.
Y se formaron rituales (hábitos también les dicen) en los que ella se volvió imprescindible: muñeca ladrando desde el primer momento que ella entraba a la casa... todos los días... las plantas del patio que crecían, verdeaban y floreaban solo bajo sus cuidados y regaños. Y la exquisita comida.

Siempre me llamaba, ya estuviera yo viendo la televisión, haciendo la tarea, cualquier cosa, para probar lo que estaba haciendo. Ella sabía que mi debilidad era "meter los dedos" en la olla. Yo sabía que su debilidad era que "le chulearan" su comida.

Como fueron pasando los años se fueron haciendo cotidianos los tamales de chipilín, los frijoles de la olla, el mole y los chiles rellenos que no picaban nada, las aguas frescas, el arroz rojo, el pollo asado casero.

Se fueron haciendo cotidianos también los trastes de Doña Luz, que a diferencia de los que habían en casa (utensilios de alta cocina de acero inoxidable que usaba mi papá) aportaban a los guisos la calidez y el sazón del barro, la madera y la edad. "Haga los frijoles en la olla presto" insistía mi papá, "los hace en un ratito y no gasta tanto gas". Pero ella sabía que la lentitud de su olla de barro, cociendo los frijoles toda la mañana, inundando la casa con olor a chipilín era ingrediente básico de nuestra comida, de nuestra casa.

La sirvienta, era el nombre que le dábamos a quién se ocupaba de ese trabajo. Para ella no era un trabajo, para nosotros dejó de serlo con el tiempo y se volvió sencillamente Doña Luz.
Nunca quiso sentarse con nosotros a la mesa, había que insistirle. Había que insistirle también para que fuera al médico si se enfermaba...

Fue envejeciendo a nuestro lado, en nuestra casa.

Llegó un momento en que únicamente cocinaba y atendía las plantas, hubo que pagar a alguien que le ayudara con el resto, hubo que contratar a una sirvienta.

Llegó a casa como por accidente, casi como por accidente se fue.

Tres médicos la vieron. Los dos primeros no encontraron que tenía, el tecer médico lo encontró sin darse cuenta o sin darnos cuenta a nosotros de la gravedad de su estado. -Hepatitis- dijo- únicamente vitaminas y dieta.

Se quedó en su casa. Tenía mucho dolor y cansancio y un color amarillo que mezclado con el oscuro cenizo de su piel daba un color de muerte.

Estaba animada, fuimos a verla ese día, a llevarle más vitaminas, a reanimarla. Estaba de pie, feliz de verme (yo no vivía más ahí, estaba de vacaciones), lloraba de la emoción.

Dijo que sentía que moriría, mi mamá la tranquilizó. No podía ser, ya estaba siendo atendida. Mi mamá había pagado un médico especialista para que la atendiera, después de que ninguno de los médicos del servicio público pudo ayudarla.

Esa noche murió. Una mezcla de sentimientos se desataron cuando mi mamá entró al cuarto esa madrugada.

Lloramos. Nos llenó la tristeza. -¿Qué te pasa? ¿Qué tienes?- Murió Doña Luz- ¿Quién era? - Pues ella era... ¿la sirvienta? ¿la señora que trabajaba en mi casa? ¿Mi nana? (tengo 21 años!)

No hubo palabras, murió Doña Luz. Así sin explicaciones. Así como por accidente. Así como llegó.

¿Cuál es el nombre que se le da a quien cuidó de ti, de tus plantas, de los tuyos? ¿Qué nombre tiene quien estaba en casa, sin palabras sabias ni consejos de vida, pero con una buena sopa de lentejas que te cambiaba la existencia, o unos duraznos en almíbar con propiedades terapeúticas?
Qué pobre es el lenguaje a veces, que no tiene la palabra para explicar, para explicarla a ella. Que rico y qué ingenuo es a veces, que de forma azarosa la llamó desde siempre lo que siempre fue: Doña Luz.

9 de junio de 2008

Post Del 7 Y No De Hoy

Vivo en la trastienda de una oficina. El baño es tan pequeño que la regadera está justo sobre el excusado. No tengo cocina, ya no digamos estufa. Cocino en microondas y mi dieta está basada en sopa de pasta, gluten y arroz. No tengo auto, viajo en "combi" cuando necesito moverme por la ciudad.

No puedo recordar la palabra que usaste: solidez? concreto? propiedad? seguridad? estoy segura que no era ninguna de éstas.

Pareciera que así como uno pasa de sensoriomotriz a preoperacional o de 5o a 6o año... debe pasar obligatoriamente del departamento amueblado estilo "rebajas de wallmart" a una casa tri-recámaras-bi-cochera, 2 y 1/2 baños, minivan en la puerta y un lindo jardín.

Pienso en mi tiempo y en el tuyo. Me comparo con la gente a mi alrrededor y me siento atrás en la fila. Y me comparo a veces y me siento con algunos metros de ventaja delante del pelotón.

Pienso en tu tiempo y siento que debo apretar el paso, que no hay tiempo que perder. Como el conejo de Alicia veo el reloj solo para angustiarme y correr. Aunque aun no tenga claro hacia dónde ni por qué.

Solidez, seguridad, firmeza, no recuerdo la palabra. Pero mientras hablabas de esto se me llenaban los ojos de lágrimas. Como si esto significara que estabas renunciando a mí. Irónicamente tu hablas de solidez en la tierra donde yo ubico todo lo que es sólido. Hablas de seguridad justo ahí donde yo me siento segura. Y sobre todo, hablas de todo esto pintando un panorama que me incluye.

Una vivienda en la trastienda de una oficina no es bajo ninguna perspectiva de ninguna cultura o subcultura un signo de progreso o cuando menos de estabilidad.

Pero, si pienso en tu tiempo y en el mío... sin mirar los tiempos de mis primos exitosos y solventes, o de mis compañeros de universidad con mejor ropa y mejor auto (con auto de hecho), o los tiempos de los libros de desarrollo humano...
Si miro mi tiempo de niña que decidió ser mujer hace tres años, mi tiempo sin renta subsidiada por los padres ni lavandería gratis cortesía de mamá...
Si miro tu tiempo de hombre que decidió ser libre hace 7 años, saltando al vacío, sin nada más que una sonrisa y la ropa mojada, tu tiempo de aprendiz del capital a la edad que se cree que se ha aprendido casi todo...
Si miro nuestros tiempos solos, sin otros tiempos, medidos por tu reloj de extensible desajustado y mi reloj dorado de cumpleaños, si nos miro solos, esa palabra que usaste (la que no recuerdo) solidez, estabilidad, seguridad; se ilumina en la trastienda de la oficina bañando las mañanas en las que despertamos con sonrisas, los desayunos de café y galletas "Soriana", las sesiones de televisión nacional en la que ambos carcajeamos con el mismo viejo capítulo repetido, los muebles de campismo que hoy son la decoración de casa.

Es verdad que a veces añoro la casa tri-recámara, pero no siento añoranza de estabilidad. Hoy, sin una estufa, bañándome junto al excusado, cenando gluten y viendo cada noche Malcolm (otra vez) me siento establemente/seguramente/sólidamente muy muy muy feliz.

Feliz 7 aniversario!

4 de junio de 2008

La Banda Sonora De Lo Que Viví

Escena: La carretera la sepultura después de casi tres horas de viaje, calor, ella mareada, las dos ansiosas pues llegaremos al mar (desde la sepultura podía verse), viajando en la parte trasera del auto que entonces era enorme. Mi papá maneja, mi mamá nos mantiene entretenidas: hay que encontrar palabras en la carretera con la A... con la B....

Y suena:
" Ok, tiene la voz de puto el que no cante: Estoy esperando mi camión en la terminal del ADO...."