Creo que en cierta forma es heredada, o se la inculcan a uno desde muy niña y para estas fechas uno termina confundiéndola con la herencia. El punto es que yo recuerdo que la empecé a sentir en los concursos de declamación, cuando el inspirado participante se arrojaba al suelo y levantaba sus manos de manera dramática al cielo y decía con voz más que desgarradora y elevándola casi al grito:"Mamá, soy Paquito, no haré travesuras". El sentimiento que venía después era un enchinamiento completo de la piel (piloerección le llaman) y un dolor en el estómago como si se hubiera vaciado de pronto y el intento (casi siempre inútil) de mi conciencia por pensar en otra cosa para que la sensaciòn del estómago no se pase a la cara y se haga evidente se convertía en una verdadera lucha, casi siempre derivando en una risita nerviosa que para las circunstancias no resultaba ser lo más adecuando. Recuerdo que lo sentí después cuando Alejandra lloró ante el director de la secundaria por que no era popular, no tenía amigos, nadie la seguía y todos la atacaban (me estaba culpando a mí, esa es otra historia). La sentí constantemente cuando la gente hablaba de sus experiencias con Dios (frases como: me transformó el Espíritu Santo, Cristo me salvó,etc) o cuando alguien declaraba amor en público de una manera peculiar, no se describir exactamente, cuando lo hacían creo de manera exhibicionista ("a Mi madre, a quien le debo la vida...").
En varias ocasiones de mi vida se ha repetido, cuando alguien llora en público, cuando el suegro de mi primo se pone a cantar para la audiencia que no lo ha solicitado (y a falta de pista se acompaña de fanfarreas hechas por el mismo: "tan tararàn , tan tararàn psst"), cuando la mujer extranjera hace un discurso de hoteleria segura de sí misma para que cuando termine le corrijan hasta las comas, pues no tenía ni puta idea de lo que hablaba, cuando los diputados del congreso se jalonean, rechiflan, duermen juntos, cantan y comparten la tamaliza en nuestro recinto legislativo...
1 de diciembre de 2006
Tocaba Para Mi
Estaba llegando con el tiempo justo, por suerte esta vez si encontré rápido donde estacionarme y en el lado que me gusta, pegado al jardín. Estaba acomodando el auto, cuando lo escuché por primera vez, fue un sonido grave, largo, después siguió uno agudo, largo también. Lo busqué con la mirada, estba justo en el jardín, frente a una banca (blanca, clásica del "parque central"). Cuando lo encontré limipiaba parte de su instrumento con una franela roja y volvió a tocar. Tuve que bajarme, estaba llegando con el tiempo justo, la semana pasada me llamaron la atención por llegar tarde, no podía quedarme. Caminé hacia el trabajo, mientras buscaba en mi bolsa la credencial y empezaba a escuchar las primeras notas de una melodía sencilla. No pude evitar pensar en el cuento que un día nos contamos, el cuento en que toda una orquesta tocaba sólo para mí...
Basado en una historia real de
El poodle que nunca estuvo
a eso de las
6:27 p.m.
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