10 de noviembre de 2006

testigos que uno no elije. Testigos que están ahí para presenciar los procesos propios, o las circunstancias de la propia vida, y que están ahí: incómodos, inoportunos, inadecuados, inútiles. La vida no tiene buena dirección ni fotografía la mayor parte del tiempo. Cuando uno atraviesa una tragedia no hay colores fúnebres, ni música leve, ni calles desiertas, ni lluvia gris: por el contrario, hay gente llamandote, vecinos riendo, trabajo que espera, dolor en la tripa, luz y color.

Hoy mi jefa se despidió de nosotros por que va a tener una hija, estaba pasando por un bello proceso de vida y nosotros fuimos testigos de su emoción, de su ilusión, de su esperanza, de sus lágrimas. Nosotros, que no entendemos la cuarta parte de lo que ella vive, nosotros que estabamos ahí con lágrimas en los ojos que no son sus lágrimas, sino lágrimas propias acumuladas, de propios procesos, de propios dolores o esperanzas.

Yo también pasaba por un proceso, yo estaba "cabrona" con la vida que elegí vivir, la vida que mi propia inmadurez no me permite llevar con más ecuanimidad y estallaron también mis lágrimas. Tristemente ahí estaban los testigos, presenciando mi nudo en la garganta, mis ojos vidriosos, mi frustración.

Tristemente estaban también la gente llamando, el trabajo que espera, formatos que llenar, pendientes que cumplir, un "baby shower" al que debo acudir, un auto que pasará por mi en unas horas y la vida que sigue a pesar de mi incapacidad.

1 comentario:

Livi Jazmín dijo...

Me chocan los testigos. Pero quizá ni siquiera son tales, quizá no reparan en uno porque también están inmersos en su tragedia o felices como enanos. Saludos. Qué buen post.